El más “guerrero de los capitanes, sin duda, puesto que así le viene dado desde el registro civil. Lucas Guerrero Tortosa es hoy el número uno -“number one”-, de la Filá de sus amores, Veteranía, pues, le rezuma por los cuatro costados, por todos los poros. Siempre, toda su vida “cordonero”.
O acaso podría decirse que siempre, en efecto, menos un día, unas horas en aquella tarde del Jueves 27 de Mayo de 1.976, efemérides gloriosa del VIl Centenario del Patronazgo de San Jorge, en que Lucas vistió túnica alba con la cruz bermeja de San Jorge, plateadas cota mallas, coderas de acero y yelmo brillante, lanza en ristre, como de torneo, para ser noble caballero de la cristiandad.
Dos años después Lucas era designado, por aclamación y consenso total de todos sus amigos, capitán moro. Entorno suyo la Filá quedaba aglutinada, vertebrada incluso. Y él descendía orgulloso por Sant Nicolauet, a pie, con el caballo de respeto no lejos -pura sangre de nerviosa anatomía-, bajo una benéfica lluvia de confetis multicolores, un relampagueo continuo de flashes y una atronadora salva de aplausos, luciendo las galas de su alta magistratura.
Todo salió bien aquel año: la climatología, el ambiente y el perfume de Abril que parecía más intenso y embriagador. La pólvora estaba seca y quemaba en un alarde de precisión química.
Artículo revista Capitán 1978.
